No fue hasta que estábamos en nuestro camino de regreso a San Francisco el martes por la mañana que nos acordamos de parar en la Biblioteca Henry Miller Memorial. La pequeña biblioteca cuenta con una sala de lectura, una tienda y café caliente, y es sede de talleres, lecturas y eventos especiales. El padre de Nina hace un cameo cuando un niño pequeño orina en una mesa de billar en la novela de Miller "Sexus", así que pensamos que podríamos ir y alardear de esto con quienquiera que encontráramos adentro.

Detuvimos el coche a un lado de la carretera bajo los grandes árboles frente a la biblioteca, una casa modesta con techo de tejas, situada en una hondonada. No había nadie alrededor, pero la puerta estaba entreabierta, así que entré sin ver el letrero apoyado contra una pila de leña: Cerrado los martes. Caminé por la hierba mojada cubierta de esculturas y baratijas, puse un pie en la cubierta mojada y miré dentro de la casa para ver una figura sentada en el suelo rodeada de libros. Levantó la vista y nuestros ojos se encontraron, y recordé haber leído sobre la molestia de Miller con los turistas que llegaban a su casa y exigían sándwiches.

“El destino de uno nunca es un lugar”, escribió también, “sino una nueva forma de ver las cosas”.